El nombre de Vía proviene del Latín y significa camino de leche.
Por Manuel Jiménez Cepero. Fotos: Fº José Casado, Nené (cabecera) y Juan José Márquez.
Según la mitología griega el dios Hermes cogió un día al pequeño Herakles (Hércules) —hijo de Zeus— y una mortal y, aprovechando que Hera —esposa de Zeus— dormía, lo puso a mamar de su pecho para que fuera inmortal. Hera despertó, y como odiaba al niño bastardo, lo apartó bruscamente de su pecho. La leche entonces escapó en un chorro de gotitas que formaron la Vía Láctea.
Pero desde la edad media a la Vía Láctea se le conoce en España con el nombre de “El camino de Santiago”. Según cuentan los libros sagrados cristianos el Apóstol Santiago, después de ser martirizado y decapitado fue enterrado en una provincia de Hispania llamada Gallaecia. Hacia el año 813 en un monte deshabitado un campesino vio brillar unas luces extrañas y cuando llegó al lugar encontró un antiguo asentamiento romano con una tumba y dentro de ella un cuerpo decapitado con la cabeza bajo el brazo. El rey Alfonso II de Asturias apodado “El Casto” lo identificó como el Apóstol Santiago. Mandó construir una catedral en el lugar que llamó Compostela, al parecer de las palabras latinas “campus stelae” (campo de estrellas), por las luces que revelaron la existencia de la tumba. Rápidamente la noticia se corrió por España y Francia y comenzaron a venir en peregrinación feligreses especialmente de Francia. Las peregrinaciones masivas se hacían en verano, con el buen tiempo. En verano la Vía Láctea atraviesa el cielo de Noreste a Sur, desde Perseo, pasando por Casiopea, el Cisne, el águila de Sagitario y terminando en la cola del Escorpión. Y precisamente esa era la dirección que desde el Sur de Francia debía tomar los peregrinos para llegar a Santiago. De modo que la Vía láctea servía de guía direccional a los peregrinos y pasó a llamarse el camino de Santiago.